Hallazgo exclusivo. En medio de los muros incas, sobre los andenes, entre la vegetación que rodea la ciudadela, están regresando especies como el oso de anteojos, que se creía desaparecido en la zona.
El mamífero se encuentra en franca recuperación en esta reserva. Una excelente noticia del INC Cusco.
Flor Huilca.
Hasta hace poco la presencia de osos en el Santuario Histórico de Machu Picchu era apenas una versión que atribuíamos al jefe del Parque, Fernando Astete. Este puñado de fotos, sin embargo, da cuenta de que esta especie de mamíferos no solo se encuentra en franca recuperación en esta parte de la Amazonía cusqueña sino que además de cuando en cuando se pasea incluso por dentro de la ciudadela inca.
Ver a los osos de anteojos caminando por Machu Picchu más que un tema de peligro es cuestión de suerte. A la fecha estos mamíferos registran cuatro ingresos a la ciudadela inca desde 1984. Llegan bien temprano, entre 5 y 6 de la mañana, o en la tarde, pasadas las cinco, cuando dentro del complejo solo quedan los guardianes y vizcachas que reinan en la ciudad de piedra.
Cálculos conservadores estiman que en el área protegida de Machu Picchu, que tiene 38,448 hectáreas, hay una población de 40 osos, pero las estimaciones más optimistas creen que sería el doble, por ello es cada vez más frecuente que los turistas, especialmente los que caminan más de dos días para llegar al complejo por el Camino Inca, los vean.
Estos osos de anteojos, dice el biólogo del Parque Arqueológico, Julio Ochoa Estrada, pertenecen a una de las ocho especies de osos que existen en el mundo y la única que vive en Sudamérica. Se le conoce también como oso andino y en la zona incluso lo llaman “ukuku” en alusión al personaje de algunas danzas conocido también como “Pablito”, un ser de leyenda, mitad humano, mitad oso.
Ochoa cuenta que desde 1981 se ha notado una franca recuperación de esta especie de la reserva natural protegida. La principal amenaza sigue siendo la caza que se practica en distritos periféricos hacia la Amazonía, especialmente por los campesinos cuando los sorprenden dentro de sus chacras.
Dentro del Parque Natural la amenaza a la conservación de los osos son las vibraciones que provoca el tránsito del tren hacia Machu Picchu y hasta hace algunos años el sobrevuelo de helicópteros. Pero también es el parque la garantía para su conservación porque allí está su principal alimento: la achupalla, cogollo de una bromelia de sabor dulce, y algunas veces, animales muertos. Es además un eficiente controlador biológico del parque porque come las hormigas defoliadoras.
La presencia de los osos andinos en Machu Picchu, asegura Julio Ochoa, no representa un peligro para los turistas porque no es una especie agresiva, salvo que actúe en defensa de sus crías o en defensa propia.
“Otra razón por la que podría atacar a las personas es en busca de alimentos y eso no va a pasar porque dentro del Parque hay lo suficiente. Si alguna vez los turistas y los trabajadores los han encontrado es porque estaban simplemente de paso, suelen usar los caminos para desplazarse”, precisa.
Encuentros sorpresivos
Varios trabajadores del Instituto Nacional de Cultura del Cusco (INC) coexisten con los osos en los trabajos de restauración que realizan en otras zonas del Parque Arqueológico. Hace poco, cuentan, un oso fue avistado por los trabajadores. Uno de ellos dio la alerta para que lo fotografíen y el encargado de esa tarea, al correr para no perderse la instantánea, terminó chocando con el oso. Ambos salieron disparados en direcciones opuestas. Y es que, como dice Ochoa, los osos “tienen una mala vista pero un excelente olfato”.
Lo que sí advierte Ochoa es en el cuidado que deben tener los turistas que hacen camino inca. Pide que no dejen alimentos en el camino porque ello podría acostumbrar a los osos a otro tipo de alimentos y, en peor de los casos, atacar los campamentos. Nada de ello se ha producido hasta el momento.
La foto del oso dentro de la ciudadela de Machu Picchu fue tomada a las seis de la mañana por un trabajador del INC hace un año. El oso ingresó hacia la zona conocida como el Templo del Cóndor, caminó por encima de los muros incas y luego abandonó la ciudadela. A esa hora solo estaban los guardianes como testigos de su incursión.
El último avistamiento de osos ocurrió hace tres semanas. Los obreros que restauran los andenes orientales de Machu Picchu han visto a una osa con sus dos oseznos caminando por el parque natural. Maravillas, natural y arqueológica, que coexisten en esta parte del Cusco.
Riqueza en flora y fauna
El oso de anteojos es una de las 53 especies de mamíferos que viven dentro del santuario arqueológico. Una de esas especies es el sacha cuy, un roedor mayor de carne apetecible y el sihuayro que se pensaba extinguido pues la expedición de Hiram Bingham solo registró cráneos de este animalito. Ahora la especie está en crecimiento. Dentro del parque viven además cuatro de las ocho especies que hay en todo el país.
La flora silvestre es otra de las razones que hacen de Machu Picchu un lugar único. Está, por ejemplo, la orquídea bautizada como waka’nki (llanto) porque sus tres pétalos caen en forma de lágrimas. Está también el apu tocto, una azucena silvestre de un rojo intenso. (La República, edición impresa.)
El mamífero se encuentra en franca recuperación en esta reserva. Una excelente noticia del INC Cusco.
Flor Huilca.
Hasta hace poco la presencia de osos en el Santuario Histórico de Machu Picchu era apenas una versión que atribuíamos al jefe del Parque, Fernando Astete. Este puñado de fotos, sin embargo, da cuenta de que esta especie de mamíferos no solo se encuentra en franca recuperación en esta parte de la Amazonía cusqueña sino que además de cuando en cuando se pasea incluso por dentro de la ciudadela inca.
Ver a los osos de anteojos caminando por Machu Picchu más que un tema de peligro es cuestión de suerte. A la fecha estos mamíferos registran cuatro ingresos a la ciudadela inca desde 1984. Llegan bien temprano, entre 5 y 6 de la mañana, o en la tarde, pasadas las cinco, cuando dentro del complejo solo quedan los guardianes y vizcachas que reinan en la ciudad de piedra.
Cálculos conservadores estiman que en el área protegida de Machu Picchu, que tiene 38,448 hectáreas, hay una población de 40 osos, pero las estimaciones más optimistas creen que sería el doble, por ello es cada vez más frecuente que los turistas, especialmente los que caminan más de dos días para llegar al complejo por el Camino Inca, los vean.
Estos osos de anteojos, dice el biólogo del Parque Arqueológico, Julio Ochoa Estrada, pertenecen a una de las ocho especies de osos que existen en el mundo y la única que vive en Sudamérica. Se le conoce también como oso andino y en la zona incluso lo llaman “ukuku” en alusión al personaje de algunas danzas conocido también como “Pablito”, un ser de leyenda, mitad humano, mitad oso.
Ochoa cuenta que desde 1981 se ha notado una franca recuperación de esta especie de la reserva natural protegida. La principal amenaza sigue siendo la caza que se practica en distritos periféricos hacia la Amazonía, especialmente por los campesinos cuando los sorprenden dentro de sus chacras.
Dentro del Parque Natural la amenaza a la conservación de los osos son las vibraciones que provoca el tránsito del tren hacia Machu Picchu y hasta hace algunos años el sobrevuelo de helicópteros. Pero también es el parque la garantía para su conservación porque allí está su principal alimento: la achupalla, cogollo de una bromelia de sabor dulce, y algunas veces, animales muertos. Es además un eficiente controlador biológico del parque porque come las hormigas defoliadoras.
La presencia de los osos andinos en Machu Picchu, asegura Julio Ochoa, no representa un peligro para los turistas porque no es una especie agresiva, salvo que actúe en defensa de sus crías o en defensa propia.
“Otra razón por la que podría atacar a las personas es en busca de alimentos y eso no va a pasar porque dentro del Parque hay lo suficiente. Si alguna vez los turistas y los trabajadores los han encontrado es porque estaban simplemente de paso, suelen usar los caminos para desplazarse”, precisa.
Encuentros sorpresivos
Varios trabajadores del Instituto Nacional de Cultura del Cusco (INC) coexisten con los osos en los trabajos de restauración que realizan en otras zonas del Parque Arqueológico. Hace poco, cuentan, un oso fue avistado por los trabajadores. Uno de ellos dio la alerta para que lo fotografíen y el encargado de esa tarea, al correr para no perderse la instantánea, terminó chocando con el oso. Ambos salieron disparados en direcciones opuestas. Y es que, como dice Ochoa, los osos “tienen una mala vista pero un excelente olfato”.
Lo que sí advierte Ochoa es en el cuidado que deben tener los turistas que hacen camino inca. Pide que no dejen alimentos en el camino porque ello podría acostumbrar a los osos a otro tipo de alimentos y, en peor de los casos, atacar los campamentos. Nada de ello se ha producido hasta el momento.
La foto del oso dentro de la ciudadela de Machu Picchu fue tomada a las seis de la mañana por un trabajador del INC hace un año. El oso ingresó hacia la zona conocida como el Templo del Cóndor, caminó por encima de los muros incas y luego abandonó la ciudadela. A esa hora solo estaban los guardianes como testigos de su incursión.
El último avistamiento de osos ocurrió hace tres semanas. Los obreros que restauran los andenes orientales de Machu Picchu han visto a una osa con sus dos oseznos caminando por el parque natural. Maravillas, natural y arqueológica, que coexisten en esta parte del Cusco.
Riqueza en flora y fauna
El oso de anteojos es una de las 53 especies de mamíferos que viven dentro del santuario arqueológico. Una de esas especies es el sacha cuy, un roedor mayor de carne apetecible y el sihuayro que se pensaba extinguido pues la expedición de Hiram Bingham solo registró cráneos de este animalito. Ahora la especie está en crecimiento. Dentro del parque viven además cuatro de las ocho especies que hay en todo el país.
La flora silvestre es otra de las razones que hacen de Machu Picchu un lugar único. Está, por ejemplo, la orquídea bautizada como waka’nki (llanto) porque sus tres pétalos caen en forma de lágrimas. Está también el apu tocto, una azucena silvestre de un rojo intenso. (La República, edición impresa.)