Con un clima sofocantemente e insoportablemente húmedo, nos pusimos en camino hacia el corazón de los bosques tropicales de República Dominicana.
Estábamos en la búsqueda de uno de los mamíferos más extraños y antiguos del mundo: el Hispaniolan solenodon.
Pero encontrar uno no sería fácil. Los naturalistas creían que sería más probable ver un fantasma que a esta escurridiza criatura.
Y, de hecho, muy pocos se habían topado con ella cara a cara.
Fósil viviente
Al solenodonte nocturno, que se encuentra sólo en República Dominica y en uno de los últimos parches arbolados de Haití, a menudo se le describe como un "fósil viviente", gracias al hecho de que ha estado allí, prácticamente sin cambios, por los últimos 76 millones de años.
Esto significa que debió haberse paseado entre las patas de los dinosaurios gigantes en los días en que estos habitaban la tierra.
Además, tiene un aspecto extraño. Es del tamaño de un conejo, con una capa de pelo color marrón. Tiene los pies desproporcionadamente grandes, garras, ojos redondos pequeños y brillantes y nariz muy larga y fina.
Pero, quizá su característica más extraña (y prehistórica) es el hecho de que es el único mamífero que puede inyectar veneno a través de sus dientes, de la misma forma en que lo hace la serpiente.
El veneno, aunque no es mortal para los humanos, es la herramienta perfecta para esta especie insectívora, permitiéndole alimentarse de bichos mientras se mueve de noche por la selva.
Los últimos sobrevivientes
Sin embargo, esta criatura única ahora está en peligro.
Tanto República Dominicana y Haití (que juntos conforman la isla de La Española) tenían una diversidad de monos, musarañas, perezosos y roedores, pero estos murieron uno a uno, lo que ha dejado al solenodonte y a un roedor arborícola llamado jutía como los únicos mamíferos nativos que quedan.
Ahora, investigadores del Reino Unido y República Dominicana, con ayuda de una subvención de la Iniciativa Darwin del gobierno británico, se han embarcado en un proyecto llamado "los últimos sobrevivientes", que aseguran podría ser nuestra última oportunidad para salvar al solenodonte y a la jutía, antes de que desaparezcan de la selva para siempre.
En el programa están involucrados el Durrel Wildlife Conservation Trust, la Sociedad Zoológica de Londres (ZSL por sus siglas en inglés), la Sociedad Ornitológica de La Hispaniola (SOH), el Parque Zoológico Nacional de República Dominicana (Zoodom) y el ministerio del Medio Ambiente.
Ver a uno en libertad será uno de esos momentos definitorios en la vida
Sam Turvey, investigador
El doctor Richard Young, jefe de Ciencia de la Conservación en Durrell, explica: "El problema es que realmente no sabemos nada acerca de estos animales. No sabemos dónde están, cuántos son y cómo se relacionan con su hábitat".
De hecho dice Jorge Brocca, director del SOH, poca gente en República Dominicana ha visto alguno y muchos ni siquiera han oído hablar de ellos.
"Les hemos mostrado fotografías a los habitantes y la mayoría de ellos no sabe lo que son", dice Brocca.
Olfato
Nos dirigimos hacia la Sierra de Bahoruco, una montaña en el suroeste de República Dominicana, ubicada en la frontera con Haití. Su punto más alto alcanza una altura de 2.200 metros.
Cuando nos internamos en el bosque, José Nuñez Mino de Durell (quien esta trabajando en el campo con Pedro Martínez de SOH y los investigadores locales Nicolás Corona y Lleyo Espinal) me asegura que lo que está tratando de encontrar lo hace sentir un poco como detectives.
La primera pista es el olfato, dice mientras caminamos a través de la densa vegetación: "Éstas son criaturas que hacen hoyos en la tierra y utilizan su nariz como una sonda en la tierra para buscar insectos".
Cerca de allí encontramos lo que podría ser la entrada de una madriguera. Nuñez se inclina y aspira profundamente dentro de la cueva. Los solenodontes, dice, tienen un olor a humedad, casi como una cabra.
Y efectivamente, un olor acre se filtra fuera de la cuerva, una emocionante señal de que podrían encontrarse allí.
Sin embargo, hasta que cayera la noche, el solenodonte permanecería dormido en su guarida subterránea y podíamos hacer muy poco.
Para el doctor Sam Turvey, de ZSL, la posibilidad de avistar un solenodonte es emocionante: "No puedo decirte lo emocionado que estoy de ver uno. Estar en el medio de la selva, en el medio de la nada, en la noche será asombroso", dice y agrega:
"Ver a uno en libertad será uno de esos momentos definitorios en la vida".
El encuentro
Un grito retumba entre los sonidos del bosque: "Ahí tienen a uno. Tienen a uno", alguien exclama.
Es la mitad de la noche y Corona y Espinal han examinado la densa vegetación del bosque para localizar al escurridizo solenodonte.
Cuando llegamos, ellos ya lo habían colocado en una bolsa, que era la mejor manera de mantenerlo tranquilo mientras estaba temporalmente en cautiverio.
Lo sacaron de la cola, que según los investigadores era la manera menos estresante para sostener al animal.
Para ello, utilizaron guantes gruesos, esenciales para protegerse contra su picadura. Y eso, parece ser lo más pertinente ya que la criatura trataría de hundir sus afilados dientes en la mano de Turvey.
Entonces llega la oportunidad para mi mano cubierta por el guante. Por fin, cara a cara con el animal, me es fácil saber por qué ha sido nombrado como uno de los más extraños del mundo. Parece una cruza entre oso hormiguero, musaraña y rata. De vez en cuando, lanza un pequeño rasguño con sus enormes garras.
Es increíble pensar que, aunque ha logrado sobrevivir increíbles tribulaciones -como el asteroide que acabó con los dinosaurios, grandes cambios en el clima y luego la llegada de los humanos — hoy, el animal está en peligro.
Los científicos aseguran que éste proyecto podría ser nuestra última oportunidad para salvar al solenodonte.
Los nuevos peligros
Tras pasar algunos días en la sierra de Bahoruco, algunos de los problemas que enfrenta este mamífero saltan a la vista.
A medida que avanzamos por la bien llamada autopista internacional -un camino lleno de baches que marca la frontera entre los dos países- las diferencias son claras
La parte dominicana es toda vegetación verde y exuberante y Haití es seco y café, con apenas un árbol a la vista. Y esto no ocurre sólo en la frontera. Mientras el 25% de República Dominicana está cubierto de bosque tropical, sólo 1% en Haití lo tiene.
La parte dominicana de la montaña está sufriendo estos problemas. Los haitianos pobres, desplazados por el terremoto, están cruzando la frontera hacia los ricos bosques de árboles de República Dominicana para hacer carbón para vender en Haití.
Pero la pérdida del hábitat no es el único problema que enfrenta el solenodonte. Los animales que han sido introducidos al país durante los últimos cientos de años están causando problemas.
"Los animales invasores como las ratas, mangostas, gatos y perros son la principal amenaza", dice Young.
Las cámaras sensibles al movimiento que han instalado el equipo han filmado gatos y ratas saliendo de las madrigueras.
"No sabemos casi nada"
Lo que queremos hacer es asegurar la supervivencia a largo plazo de este animal único
Dr. Richard Young, Durrell
Nuestro encuentro con el solenodonte se acerca al final, el equipo registra la ubicación donde se le ha encontrado, las medidas del animal y toma un mechón de pelos para obtener muestras de ADN.
Con esto intentan comenzar a construir una imagen científica más clara de la especie de la que se tenía hasta ahora.
"Este es un mamífero en una región del mundo que está bastante bien desarrollada, no es tan remota pero todavía no sabemos casi nada de él, lo que es muy impactante", asegura Young.
En los últimos tres años, el equipo de "Los Últimos Sobrevivientes2 ha buscado responder las preguntas básicas de los solenodontes: dónde se encuentran, cuántos son y cómo los afectan los problemas como la deforestación y la invasión.
Y, una vez que lo sepan, dice Young, la conservación del solenodonte puede ahora sí comenzar en serio: "Lo que queremos es asegurar la supervivencia a largo plazo de este animal único".
Tras finalizar las pruebas, la pequeña criatura es finalmente puesta en libertad. Se escabulle en el bosque.
Y a medida que se desvanece en la oscuridad de la noche, me siento esperanzada de que este increíble animal, que ha logrado sobrevivir los últimos 76 millones de años, podría de alguna manera y con la ayuda de los científicos permanecer como parte de estos bosques por muchos, muchos años más.
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